De origen irlandés, nació hacia el año 1179. Fue militar enrolado en el ejército de su rey Ricardo Corazón de León, y luego en la compañía de Leopoldo VI, duque de Austria. Se alineó en su escuadrón para ir a España en apoyo del ejército cristiano de Alfonso VIII, que luchaba contra los musulmanes.
En la Península, Serapio decidió quedarse al servicio del rey de Castilla, para proseguir luchando en defensa de la fe católica. Allí tuvo la ocasión de conocer a fray Pedro Nolasco y a sus frailes, que se dedicaban a la defensa de la fe, pero no guerreando contra moros, sino sacando de su poder a los cristianos cautivos, empeñando en la empresa sus propias vidas.
Pidió y recibió el hábito mercedario en 1222. Realizó varias redenciones. En la última, que llevó a cabo en Argel con su compañero redentor fray Berenguer de Bañeres, debió quedarse como rehén por algunos cautivos en peligro. El otro redentor viajó rápidamente a Barcelona para buscar el dinero. Fray Pedro Nolasco, que estaba por casualidad en Montpellier, escribió una carta urgente a su lugarteniente fray Guillermo de Bas: “que avisase a todos los conventos que recogiesen limosnas y las enviasen pronto a Argel”.
No llegó en el tiempo estipulado el dinero del rescate y los moros, defraudados, dieron atroz muerte a Serapio clavándolo en una cruz en forma de aspa, como la de san Andrés, y desmembrándolo ferozmente el 14 de noviembre de 1240.
En él, como en tantos otros modelos de santidad de nuestra familia religiosa experimentamos en profundidad el cuarto voto de los miembros de la Orden: dar la vida por la libertad de los cautivos.
Oración a San Serapio
Mártir mercedario – Patrono de los enfermos y afligidos
Glorioso mártir San Serapio,
ejemplo de fe en Cristo Redentor
y de Amor a los cristianos cautivos
por cuya causa fuiste crucificado en una cruz,
te pedimos, ruegues a Él
para que los cristianos vivamos conscientes
del compromiso con nuestra fe.
Tú que demostraste con tu muerte
que no hay mayor amor dar la vida
por el hermano;
te pedimos que los méritos de tu vida sean
una fuente de consuelo y esperanza,
para los enfermos del Cuerpo y del Alma
que desean verse libres de sus males.
Por Cristo Nuestro Señor.
AMÉN