Mercedarios de Mayo. Artículo 2.

Continuamos con los artículos de carácter histórico recordando la actuación de los frailes mercedarios en los acontecimientos de mayo de 1810. En esta segunda entrega, la asamblea del Cabildo abierto del 22 de mayo.
Estos textos son fragmentos de la ponencia que expusiera fray Pablo Ordoñe en un Simposio organizado por la Junta Nacional de Historia Eclesiástica para el Bicentenario de 2010. Dicho ensayo fue desarrollado en colaboración con Alfredo Furlani, archivero de la Orden de la Merced en Argentina.

Las vísperas del 25 de Mayo

Varios eran los motivos de descontento de «la parte principal y más sana del vecindario» que fue la convocada al Cabildo abierto del 22 de Mayo, donde se votó y aprobó la caducidad del mando del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros.

Dos instancias sucesivas, la cesantía del Virrey por la vía del Cabildo ordinario y la elección de nuevo Gobierno en Cabildo abierto, constan en el acta del Cabildo del 21 de mayo de 1810. Y fueron justamente éstas las que se pusieron en consideración de los 251  vecinos, representantes como dijimos de «la parte principal y más sana del vecindario» que respondieron a la convocatoria al Cabildo Abierto del 22 de mayo, tras haber sido cursadas 450 invitaciones.

El Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810

Parece oportuno señalar lo que significaba esta asamblea convocada como instrumento político para las partes involucradas. No caben dudas de que la reunión de un cabildo abierto era meta de la Revolución y también del Virrey. Pero es preciso distinguir la finalidad que una y otra perseguía con esa reunión pública. La Revolución la exigía como medio necesario para elegir nuevo Gobierno después que el cabildo ordinario destituyera al Virrey; Cisneros, la admitía como recurso extraordinario para salvar su autoridad. Había, pues, coincidencia en reunir cabildo abierto, pero absoluto desacuerdo en su finalidad[1].

El acto comenzó con la lectura de la Proclama que el Cabildo cursara ese mismo día al vecindario y que invitaba a los participantes a expresarse con libertad, aunque con dignidad. Y agregaba: «Vuestro principal objeto debe ser precaver toda división, radicar la confianza entre el súbdito y el Magistrado, afianzar vuestra unión recíproca y la de todas las demás Provincias, y dejar expeditas vuestras relaciones con los Virreinatos del Continente». E invitaba a evitar «toda innovación o mudanza, pues generalmente son peligrosas y expuestas a la división; no olvidéis que tenéis a la vista un vecino que asecha vuestra libertad, y que no perderá ninguna ocasión en medio del menor desorden…»[2].

Tras un debate del que se tienen muy pocas noticias[3], se pasó a la votación… voces a favor de la permanencia del Virrey y otros votos en alternativa del cese de su cargo, delegando la autoridad en “el Cabildo como representante del pueblo, interin forme un gobierno provisorio dependiente de la legítima representación que haya en la península de la legítima soberanía de… Fernando VII…»[4].

La posición alternativa fue encabezada por el oidor de la Real Audiencia Manuel José de Reyes, el cual expresó que «por ahora, no encontraba motivos para la cesación del Virrey, pero que si la asamblea resolvía el cese, se depositara el gobierno en una Junta integrada por el propio Cisneros, los alcaldes ordinarios y el procurador síndico de la ciudad.

Cuando le tocó el turno de votar al coronel Cornelio Saavedra, expuso que «consultando la salud del pueblo y en atención a las actuales circunstancias, debía subrogarse el mando superior que obtenía el Excmo Señor Virrey en el Excmo. Cabildo de esta capital, interín se forma la Corporación o Junta que deba ejercerlo;cuya formación debe ser en el modo y forma que se estime por el Excmo. Cabildo, y no quede duda de que el pueblo es el que confirma la autoridad o mando»

Con algunas variantes menores, se sucedieron una gran cantidad de votos en apoyo de la propuesta de Saavedra (y que no difería mayormente con la del general Ruiz Huidobro, ya que, en general, en esos momentos, no se dudaba de la necesidad de preservar la autoridad de la monarquía, más que a sucederla). Pero uno de tales votos se destacó por el entusiasmo patriótico con que fue pronunciado: veamos como relata el incidente el historiador dominico fr. Rubén C. González, O. P., en  su trabajo «Las órdenes religiosas y la revolución de Mayo»:

«En el Cabildo abierto del 22 de Mayor estaban presentes dos prelados de la Merced: el Provincial Maestro fray Hilario Torres[5] y el comendador de Buenos Aires, fray Juan Manuel Aparicio. Ambos adhirieron decididamente a la posición de D. Cornelio Saavedra que, como es sabido, propiciaba la deposición del Virrey y el ejercicio del gobierno por el Cabildo, hasta la constitución de una Junta.

«Si el Provincial apoyaba con decisión a Saavedra[6], el Comendador iba más allá todavía, declarando su acuerdo con el voto del Jefe de Patricios y reduplicándolo en todas sus partes[7]».


[1] Roberto H. Marfany «Origen del Cabildo de Mayo», en «Historia», Buenos Aires, abr/jun 1965, pág. 10

[2] Vicente D. Sierra, o. c., pág. 535-537. Ver texto completo en Anexo.

[3] AGN, «Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires» s. IV, t. IV, p. 125: «… se promovieron largas discusiones que hacían de suma duración el acto»

[4] Vicente D. Sierra, o. c., p.541

[5] El p. Hilario Torres, Provincial desde 1807, era santafesino y Doctor por la Universidad de Córdoba (1786). El acta del Cabildo lo llama Manuel (Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, serie IV, t. IV p. 132). La confusión del secretario del Cabildo se explicaría por el nombre del Comendador Aparicio (Véase A. Romero, «Biografías breves de algunos religiosos que más se han distinguido en nuestra Provincia de Santa Bárbara del Tucumán», Córdoba, 1918, p. 142-150; C. Ruiz Santana, «Un miembro del Cabildo de 1810», en «Acción» Bs. As., nº 23 (Sept. 20 de 1919), p. 616-618. Ambos autores sostienen que el nombre de Manuel, del p. Aparicio, fue asignado al p. Torres y que aquél figura en el Acta únicamente con el de Juan. Sin embargo, en las Actas, publicadas en 1927 y ya citadas, el p. Aparicio lleva íntegro su nombre de Juan Manuel. Creemos probable una confusión con el ex Provincial de los dominicos, Maestro p. Manuel de Torres (+ 1819), muy conocido en Buenos Aires.

[6] «Por el Reverendo Padre Provincial de la Merced, doctor Fray Manuel Torres se dijo: que se conformaba en todo con la votación del señor Comandante don Cornelio Saavedra» (Acuerdos del extinguido Cabildo, serie IV, t. IV, p. 132)

[7] Archivo General de la Nación. Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, s. IV, t. IV.