Concluyendo hoy con esta serie de entregas de artículos históricos, recordamos que estos textos compartidos son un extracto de una ponencia que preparan fray Pablo Ordoñe (en 2010 Maestro General de la Orden de La Merced) con la colaboración de Alfredo Furlani, archivero de la Provincia Mercedaria Argentina en ese año, con motivo de celebrarse el Bicentenario de la Revolución de Mayo.
Ya explicamos de qué manera actuaron el Obispo y los clérigos (regulares y seculares) en el Cabildo abierto del 22 de Mayo. Pero su protagonismo en el nacimiento de la Patria, no se limitó, cierto a ese momento histórico.
La actuación del padre Aparicio, Comendador de la Merced, por ejemplo, lo coloca entre los principales protagonistas de los sucesos que terminaron por instalar el primer Gobierno Patrio: su entusiasmo «juntista» en el Cabildo Abierto y sus ironías ante los partidarios del mantenimiento del Virrey en el cargo, nos llevan a la convicción que fue él, tal vez, uno de los pocos, con algunos (si no todos) los contertulios de la casa de Nicolás Rodríguez Peña, por ejemplo, que tenían conciencia de que se estaban dando pasos sin retorno hacia el nacimiento de una nueva Nación y no hacia una mera transición hasta el retorno al trono de Fernando VII.
En abono de esa convicción, señalamos además que, poco antes de desencadenarse los acontecimientos, el 12 de mayo de 1810, don José María Romero, caballero de la Real y distinguida Orden de Carlos III, ministro tesorero general del Ejército y Real Hacienda del Virreinato, había hecho presente al Virrey la necesidad de deportar a algunas personas, una de las cuales era precisamente el mercedario fr. Aparicio[1], por su actitud ante los acontecimientos de la Metrópoli y sus ideas de independencia.
No fueron sólo Mercedarios los religiosos que se destacaron como protagonistas en las jornadas que gestaron nuestro primer Gobierno Patrio. El espía al servicio de la corte de Río de Janeiro, Possidonio da Costa afirma que en el convento dominicano porteño se reunían los patriotas que preparaban el movimiento[2]
En el caso de los Dominicos, en vista de la ausencia del padre Provincial Isidoro Celestino Guerra, que se hallaba visitando los conventos de su Orden en el interior, para el Cabildo abierto del 22 de mayo se dispuso invitar a otro religioso calificado del convento para que, con el prior, representara a la Orden. De esta manera tendría una representación no inferior a la de los franciscanos y mercedarios. Tal distinción recayó en el p. maestro José Ignacio Grela, muy conocido en Buenos Aires, sobre todo desde las invasiones inglesas. En efecto, el prior Manuel Albariño y el p. Grela fueron los dominicos que estuvieron presentes en el Cabildo abierto del 22 de mayo. Manuel Albariño, nacido en España, había venido muy joven a América, e ingresado a la Orden en nuestro país. Hacía quince días que era prior de Buenos Aires, desde el 8 de mayo. Fuera por sus ideas personales o por interpretar el parecer de su comunidad, o por ambas cosas a la vez, lo que es más probable, se manifestó de acuerdo con el voto de Cornelio Saavedra[3], El padre Grela dio un parecer por su cuenta, pero coincidente también con la posición del Jefe de los Patricios[4]. Amigo y compañero de acción de French y Beruti, el p. Grela ha pasado a la historia como uno de los principales tribunos de Mayo.
Sería extender demasiado este artículo si nos propusiéramos dar aquí una semblanza, siquiera, de cada uno de los eclesiásticos que contribuyeron al alumbramiento de la Patria. Pero son muchos los que merecen el reconocimiento de los argentinos de hoy, por el legado de libertad que nos hicieron. Sean los nombrados simplemente los ejemplos de tantos hombres de la Iglesia que, fieles a sus convicciones, se comprometieron decididamente en el servicio de la Argentina naciente.
[1] José Brunet, «Los mercedarios en la Argentina», Bs. As., 1973, pág. 55.
[2] Carta al Conde de Linhares del 3 de julio de 1810: «Só os dominicos e mercedarios sao de estimaçao. El aprecio a los primeros se debía a que en su convento se fazian as juntae… todos de unanime vontade… como criollos todos. Os segundos, os mercedarios, outro tanto mereciam per serem muito partidistas» (A. Varela, «Duas grandes intrigas» t. I p. 643, nota 2).
[3] «Por el Reverendo Padre Prior de Santo Domingo, Fray Manuel Albariño se dijo: que se conformaba en todo con el voto del Señor don Cornelio Saavedra» (Acuerdos del extinguido Cabildo, serie IV, t. IV, p. 132).
[4] «Por el Reverendo Padre Maestro Fray José Ignacio Grela se dijo: que ha fenecido la autoridad del Excelentísimo Señor Virrey: que ésta debe recaer en el Excelentísimo Cabildo, hasta tanto que, reunido el Pueblo por medio de los representantes que el mismo elija, designe los sujetos que deben componer la Junta Gubernativa, hasta la reunión de las Provincias interiores» (Acuerdos del extinguido Cabildo, serie IV, t. IV, p. 132).
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