La vuelta de los mercedarios
En enero de 1893, los mercedarios se establecían por segunda vez en Buenos Aires gracias a las gestiones que realizara el entonces Superior Provincial, Fray José León Torres.
La Sra. Celina Beláustegui de Bustamante donó a la Orden de la Merced un terreno sobre el cual se fundó el convento San Pedro Nolasco en el actual barrio de Caballito, sobre la avenida Gaona y Espinosa.
Sobre el mismo espacio se construyó, en 1894, la primera capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de los Buenos Aires cuya primera imagen fue una pintura al óleo donada por la señorita Manuela Márquez.
Fue el R. P. fray José H. Márquez quien, en 1909, concibió el grandioso proyecto de erigir un templo magnifico a Nuestra Señora de los Buenos Aires. Este templo debía reemplazar a la humilde capilla existente y ser tal que correspondiera a la grandeza de la patrona de la gran capital sudaméricana.
El 3 de diciembre de 1911 se colocó la primera piedra del nuevo edificio y un año más tarde, el 25 de enero, el arzobispo Mons. Mariano A. Espinosa, erigió a la iglesia como parroquia.
Nuestra Señora de los Buenos Aires
Esta advocación de María tiene su origen en Cagliari, capital de Cerdeña (Italia), donde era conocida a principios del siglo XV como “Nostra Signora de Bonaria”.
Con referencia a los orígenes de la imagen, son varios los autores que coinciden en describir, a modo de leyenda, la forma misteriosa en que llegó la misma al lugar donde todavía se le rinde culto como “Patrona Massima della Sardegna”, en el convento de los Padres Mercedarios.
Dice la historia que en 1370 una nave cargada de mercancías de un puerto español regresaba con buen tiempo hacia Italia, cuando al avistar las costas de Cerdeña se vio envuelta en una tempestad que amenazaba hundirla.
Los tripulantes arrojaron entonces al mar todo el equipaje ante el peligro de naufragar. Figuraba en el cargamento una pesada caja cuyo contenido se desconocía y que al tocar las revueltas aguas hizo trocar la tempestad en calma.
Poniéndose delante de la nave tomó rumbo hacia la isla del Golfo de Cagliari y se detuvo en la cercanía del convento de la Merced.
En el interior de la Iglesia la caja fue abierta y se encontró una imagen de la Virgen María que sostenía en la mano derecha un cirio encendido y en su brazo izquierdo al niño Jesús con rostro sonriente.