Mama Antula, Hermana Mayor en la Merced

Este domingo se cumple un nuevo aniversario de la beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa, la “Mama Antula”, como le llamaban cariñosamente. 

Nació en Santiago del Estero en 1730. Fue una mujer que continuó de manera misionera e itinerante el legado jesuita en nuestros pueblos, proponiendo los ejercicios espirituales ignacianos, especialmente en el centro y norte de la patria. 

El 28 de julio de 1773 la Orden de la Merced en Argentina le otorgó la “Carta de Hermandad de la Primera Orden” a ella y a sus primeras compañeras, ofreciéndoles su apoyo decidido y enérgico. Este patrocinio se expresó también en otras formas de colaboración, como la predicación de los padres mercedarios en las tandas de ejercicios espirituales que ella organizaba en diferentes lugares. Con el aval de esta carta de hermandad mercedaria y la de los padres jesuitas, Mama Antula pudo presentarse para pedir licencia eclesiástica al obispo del Tucuman.

El libro del padre José María Blanco, s.j., “Vida Documentada – María Antonia de la Paz y Figueroa,  Fundadora de la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires”, expresa que “en 1773 el obispo de Tucumán la autoriza para el ejercicio de su ministerio en toda la diócesis, con las más altas facultades». 

El catequista y misionero santiagueño José Torres Argañaraz, quien además es investigador y difusor de la obra y el legado de María Antonia de Paz y Figueroa nos cuenta más detalles: 

“Ella era hermana de todos, era universal. Mama Antula sentía con toda la Iglesia, podemos decir que hizo un camino sinodal. Fue una muy valiosa predicadora, era una laica consagrada al servicio del Señor. 

Por la Santa Casa que ella creó en Buenos Aires en 1795 pasaron todos los santos argentinos y las grandes personalidades políticas de la época fundacional. Hay algo que llama la atención: en el primer piso de la casa tienen los retratos de las rectoras, y ninguna tiene un hábito como las otras. Eran laicas, compartían la comunidad pero respondían a distintas congregaciones. En este lugar se acogía a todos, incluso a los “postergados” de ese momento, como los negros o aborígenes. 

Por donde ella pasó, buscó gente para hacer los ejercicios. Y formó como una red, había mucho nexo con mercedarios, jesuitas, dominicos, franciscanos, carmelitas… Antes de irse de Santiago del Estero la Orden de la Merced le otorgó la Carta de Hermandad como María Antonia de San José, y esa es la primera publicación que tenemos sobre ella.

Con Mama Antula los ejercicios espirituales pasan a ser un bien de toda la Iglesia. Organizó tandas en Tucumán, en La Rioja, en Catamarca, donde predicaron los franciscanos, en Córdoba con mercedarios, carmelitas y dominicos. En Santiago en el colegio de la Compañía de Jesús los mercedarios eran los predicadores, como en las comunidades del interior. El libro del padre Blanco destaca la cercanía expresada en las frecuentes cartas que se escribía con el dominico padre Toro y el mercedario Joaquín Nis.

Mientras estaba de ejercicios con los padres mercedarios en Santiago, se entera que el obispo se dirige a Salta, y ve la oportunidad para pedir licencia eclesiástica. Cuando llega a Salta, el obispo ya estaba en Jujuy y hacia allá va Mama Antula. Es entonces cuando recibe la autorización para el ejercicio de su misión en todo el extenso territorio de la diócesis». 

El 27 de agosto de 2016 se celebró su beatificación en la ciudad de Santiago del Estero. Fue la novena persona de nacionalidad argentina en ser nombrada beata. Durante la ceremonia el cardenal Agelo Amato sostuvo  que “María Antonia fue conocida en la Iglesia por su extraordinaria labor. Su carisma consistía en arrancar el mal del corazón del hombre y plantar la semilla del bien. Fue una incansable misionera mediante la práctica de los ejercicios espirituales».