Taller Raíces en la comunidad de Yucat

La familia mercedaria cercana a la Estancia Yucat vivió una bella jornada de encuentro, con mateada familiar y feria de artesanías del Taller Raíces. 

Como ocurre dos veces en el año, antes de Pascua y previo a la Navidad, los integrantes de los talleres de arte de las comunidades Villa Fiusa y Estancia Yucat expusieron y vendieron sus trabajos artesanales.

El nombre “Raíces” fue elegido hace años por los propios participantes del taller, denotando el origen yucano, y expresando el eje fundamental de la Orden mercedaria: buscar la libertad, en este caso  a través de aprendizajes que brindan oportunidades de funcionar en distintos espacios a través de la educación.

Los talleres convocan a las personas que viven en el campo, vecinos y vecinas de distintas edades, oriundos la banda norte y banda sur de la Estancia Yucat. Desde hace 16 años ofrece guitarra, fotografía artística, pintura, carpintería, talabartería y muchas disciplinas que funcionaron y fueron cambiando por otras. 

Mónica Noemí (Coti) Bailone, docente coordinadora del Taller Raíces, comparte: “el foco está puesto en el arte, pero son espacios que se convierten en lugar de reflexión, de compartir la vida con sus alegrías, tristezas y problemas, que al conversarlos y meditarlos sirven para canalizar emociones y avanzar en un crecimiento personal.

Acá muchas veces las distancias, los caminos, situaciones económicas y todo lo que implica ir a la ciudad hace difícil poder acceder a formarse en distintas disciplinas. Por eso es trascendente el taller, ya que  desde la educación no formal, genera hábitos y descubre capacidades en las personas.

Estos hábitos a su vez son trasladados a los núcleos familiares y repercute en los hijos. Y además genera una nueva mirada sobre sí mismos y sobre la vida. La experiencia de los talleres aumenta la autoestima, que muchas veces es muy baja por las historias de vida de cada una, que tantas veces ha sido dura. Intentamos superar el “yo no puedo”, “yo no sirvo”, “a quién le va a gustar esto”, o “quién lo va a querer comprar”. 

De pronto entonces, nos encontramos con grandes artistas detrás de esas historias ocultas.

La realidad es que las personas que se encuentran con los productos, sean que vienen a la estancia o que los ven en alguna feria a la que vamos, siempre alaban su tarea y los felicitan por las obras que realizan.

Trabajamos distintas técnicas, y vamos variando. Hemos hecho obras con madera, con vidrio, con cuero, con pintura, con reciclado, restaurado de muebles, hicimos la ropa de cama de la estancia, la ropa de campo de los empleados, vamos cambiando y creciendo con cada una. Y los participantes van eligiendo lo que más le gusta, cómo lo quiere hacer, con cuál se siente identificado. Eso es muy importante porque representa lo que cada uno de nosotros tiene.  

Yo viajo muchos kilómetros de la ciudad al campo, y esto me hace muy feliz. Lo más bello de esto es la relación con la gente. A veces se cree que uno va a enseñar solamente y la realidad es que aprendo tanto de ellos. 

A lo largo de los años hemos pasado cosas lindas y situaciones difíciles. Y uno se siente realizado, más allá de los grandes logros que han influido en las personas, mucho más allá de las artesanías. Por eso agradezco a la Orden de la Merced por la confianza y la libertad con la que trabajamos y por este espacio bello de crecimiento comunitario.