Fiesta santiagueña por Santa Mama Antula

Fray Nicolás Suárez Bonahora nos cuenta cómo vivió la canonización de Mama Antula junto a su familia y la comunidad mercedaria de Santiago del Estero. 

«Hace una semana vivencié el evento histórico de canonización de esta nueva santa, santiagueña y argentina.  Esta mujer que supo moverse, hacer misión en donde muchos no podían llegar. 

Ella pudo andar casi todo el norte del país caminando y proponiendo los ejercicios ignacianos. Si bien ella no era la que dictaba los ejercicios, supo conducir, y propiciar que se realicen en distintos lugares. Organizaba quienes lo iban a dar, y en su caminar anduvo por  Santiago del Estero, La Rioja, Córdoba, Tucumán, Salta, Buenos Aires e incluso Uruguay.

Me acuerdo que de chico iba con mi familia a Simbol, cerca de Silípica, y la misma gente que visitábamos nos comentaba que había una beata que caminaba ofreciendo retiros para que la gente rece. Recuerdo que hablaban de la importancia de tener esa experiencia de oración que proponía Mama Antula como le llamaban. Destacaban cosas que ellos escucharon de sus mayores, también relataban las historias que les contaron sus familias. Decían que esta mujer andaba humildemente vestida, descalza, proponiendo los retiros, valorando ese espacio como un lugar de encuentro con Dios. Ella se manejó mucho por el Camino Real, y por donde pasó dejó una huella de oración.

Unas semanas atrás, pasé con mi familia por Villa Silípica, el lugar de nacimiento de la nueva santa y ya estaba todo encaminado esperando el Decreto de Canonización de Mama Antula. Es un lugar histórico, que dista a unos 35 kilómetros de la capital de Santiago. Se llega entrando 6 kilómetros de la ruta por Simbol. Es una capilla con una muy asidua concurrencia de fieles y peregrinos. Todo el espacio es muy bonito y está bien cuidado. Tiene un bello retablo con un gran Cristo de madera y una imagen de Mama Antula. Muchas familias pasan por ahí y rezan, dan gracias a esta santa peregrina, misionera y evangelizadora que allí nació. 

Para celebrar su canonización, hubo dos puntos de concentración muy fuertes: uno en Silípica y otro al frente de la catedral basílica, en la plaza Libertad.

Yo participé de la vigilia que se hizo en Santiago. Me avisaron que la comunidad mercedaria se iba a congregar en el atrio de la iglesia de la Merced que queda a unas tres cuadras de la catedral. Ahí me encontré con el padre José Luis, con fray Emanuel, laicos de la comunidad, laicas consagradas y miembros de la comunidad educativa del colegio. Juntos salimos caminando hasta la plaza para la vigilia.

En el camino también me encontré con otros jóvenes de mi edad que estuvieron en los grupos juveniles y con muchos otros fieles de la ciudad y de otros lados. Esa noche el cielo estaba despejado y hacía mucho calor.

Frente a la catedral armaron un escenario grandísimo como los que se arman para los festivales, y también gran desplazamiento de la policía, de personal de salud, todos estaban pendientes de cuidar a los peregrinos. Entregaban agua y la gente se mantenía en oración, y en alegría, en comunidad. 

La vigilia comenzó a las 21 y hasta las 4 de la mañana hubo bailes, números de cantantes regionales, artistas locales que ofrecieron sus dones de cantos y bailes. Estuvo muy bien organizado con la colaboración de los seminaristas de la diócesis de Santiago, los sacerdotes y comunidades de las parroquias y los grupos juveniles. Fue muy significativo que estuvieran presentes las imágenes referentes de algunas de las devociones más importantes del pueblo santiagueño, como el Señor del Mailín y Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa. 

Había diferentes coros de animación con mucha alegría, y hubo un momento de adoración eucarística antes de la celebración de la misa, teletransmitida en vivo desde el Vaticano.

Fue un desafío para los santiagueños y para todos los peregrinos pasar a la espera. La misa comenzó a las 5 de la mañana, por la diferencia horaria con Roma. 

Veía los rostros de las personas, y me sentía a la par de todos ellos porque estábamos cansados por la vigilia y el calor agobiante, pero las ganas de estar presente y escuchar nombrar a una santa de nuestra tierra eran más fuertes. Mama Antula se proclama santa a partir de su experiencia de fe, de su intervención en todos los estratos sociales, porque ella se relacionaba con pobres, con ricos, con esclavos y esclavas, con sacerdotes, no tenía límites en su gratuidad de poder anunciar de manera corajuda la presencia de Dios en el pueblo. 

Cuando leyeron el nombre de Mama Antula, todos nos pusimos de pie. Todos estábamos emocionados.  Algunos lloraban, otros gritaban vivas. Decían ¡Viva Mama Antula!  El coro empezó a cantar el himno a Mama Antula y se reavivó de alguna manera el estilo más santiagueño en nuestros modos de celebrar. 

Me llamaba la atención cómo la gente festejaba desde la fe con los bailes propios, las chacareras de santiago. Había varios grupos de jóvenes donde se veía la amistad marcada también por la fe, había muchas familias presentes con niños, abuelos, papás, mamás, las comunidades religiosas de santiago y los sacerdotes del clero. 

Esta mujer supo ser gestora, organizadora, pudo interceder de manera “sinodal” para esos tiempos. Cuando ocurrió la expulsión de los jesuitas, fue un desafío mantener la propuesta de oración de retiros espirituales ignacianos, ella supo sostener esto en un contexto donde había políticas de rechazo. Mama Antula supo hacer camino, supo ser luz para muchas familias de Santiago. Hoy se recogen los frutos de esa oración en esta atmósfera de vida de fe qué tiene la comunidad santiagueña. Santiago tiene mucho potencial, tiene mucho que ver con Mama Antula. Incluso para rendirle ese homenaje se notó el potencial en pastoral social y en pastoral comunitaria.

Como santiagueño, yo siento que Mama Antula nos enseña a salir a misionar, salir a caminar, y donde uno está presente expresar el propio carisma, el propio don que uno tiene. A ella le tocó de alguna manera sostener y defender el carisma y el don jesuita en los ejercicios espirituales de san ignacio. Trayendo esto al 2024, me invita Mama Antula a sentir a ver, a pensar, a latir de manera mercedaria. Y me hace pensar qué implica mi salida como mercedario, que implica mi caminar como religioso, qué implica las pastorales por las que uno está atravesado… Bueno Mama Antula supo llegar a todos los estratos sociales y de manera organizada, colocar su coraje, sus dones. Me pregunto cómo ofrezco mis dones al servicio del carisma mercedario y cómo encontrar en la fe junto a la comunidad a este Dios que se da, se dona y que está presente».