«Sonrisa te cambia, te transforma»

A lo largo de estos 30 años del proyecto Sonrisa de Elefante, muchas familias, compañeros de colegio, docentes y egresadon vieron sus vidas atravesadas por la experiencia coloniera. Y en esta celebración de tan importante aniversario, esos rostros, momentos y aprendizajes vuelven como memoria agradecida.

Los egresados de los colegios San Pedro Nolasco de Caballito y Padre Márquez de Ranelagh, forman parte del Equipo Coordinador. En este grupo de trabajo también están las Directoras de Pastoral de esas instituciones, Laura Pardo y Nelly González.

Pablo Sánchez es uno de los “coordis” y pone en común su historia al repasar la vida compartida en la Colonia:

«Sonrisa apareció en mi vida a través de mi hermano que empezó en el año 2000, luego se sumó mi hermana al proyecto y me pasaba que los dos, cuando volvían de la Colonia, lo hacían muy contentos cantando canciones, contando mil anécdotas, juegos y desafíos que habían vivido en cada febrero.

Entonces, cuando en tercer año me llegó la invitación, no lo dudé ni un instante y me anoté sin pensarlo, al día de hoy sé que fue la mejor decisión. No solo por lo que significa y por cómo transforma realidades el proyecto, sino por todo el crecimiento personal y lo que me transformó a mí.

Sonrisa tiene dos grandes destinatarios: nuestros nenes y los «profes» (título que nos dan los nenes sin nosotros tener estudio alguno). Los nenes y nenas de entre 5 y 11 años provenientes de barrios cercanos al Instituto Padre Márquez (Berazategui), vienen durante 10 días de febrero a jugar y tener 3 comidas al día. Mediante juegos que los profes planifican y llevan a cabo con mucha entrega, aprenden distintos valores, reglas y límites, los cuales son marcados por los profes desde el amor.

Por otro lado, están los profes alumnos, quienes salen de su comodidad diaria y visualizan, a muy corta edad, una realidad diferente a la que están acostumbrados. Acompañados por los profes egresados, aprenden a vivir en comunidad, respetando y ayudando al prójimo.

Además de todo lo ya detallado, Sonrisa me enseñó la importancia del trabajo en equipo y a escuchar todas las voces. Sin importar la experiencia o el puesto, todas las personas que forman parte de ese grupo son enriquecedoras para ese bien común. Esto se traslada a los trabajos que los colonieros tenemos fuera de Sonrisa, nos enseñaron a fijarnos qué le pasa al otro y cómo poder ayudarnos para ser mejores y hacer mejor las cosas.

Sonrisa te cambia la manera de pensar, sentir y afrontar el día a día. Te enseña a observar y no solo mirar las cosas que pasan, a estar más atento a las personas que tenemos alrededor y ser más perceptivos del prójimo. Yo lo trato de llevar a todos los aspectos de mi vida, y en el lugar que más veo reflejada su enseñanza es en donde trabajo, en la oficina, ambiente que suele ser un lugar de competencia y perfección, pero aprendí que hay otra forma de hacer las cosas y es cooperando y sabiendo que podemos crecer todos juntos, ayudándonos como compañeros y no como rivales.

Sumado a todo esto, me regaló el poder conocer a mis hermanos desde un lugar que no hubiera podido de no ser porque compartimos esta experiencia juntos, y no solo ellos, toda mi familia está atenta cuando hay algún evento coloniero, por ejemplo la Kermesse en la cual participan desde distintos lugares, siempre brindándose a ayudar en pos del proyecto. Lo mismo me pasa con mis amigos quienes en su gran mayoría son colonieros que están acompañando de cerca en cualquier cosa que se necesite, ellos siempre están dispuestos a dar todo por esta hermosa experiencia.

Para terminar, me parece muy importante destacar que, a un coloniero, más allá del cansancio del día a día, de que hagan 40 grados de calor, de que lluevan baldazos de agua o de que haya tenido un día complicado, siempre lo vas a ver con una sonrisa, dándose por el otro y recordando siempre que “Jugar es cosa seria!”