Entre los días 9 y 14 de julio se desarrolló en Tucumán la experiencia misionera anual de jóvenes de distintos grupos de La Merced, con la colaboración de toda la comunidad. Se desarrollaron gestos misioneros en los barrios Sargento Lai, Villa Amalia y El Salvador, y acciones solidarias en comedores y albergues de la ciudad.
Participaron alrededor de 50 jóvenes de entre 14 y 24 años; integrantes de la Fraternidad Laical Mercedaria; padres de los jóvenes; los frailes mercedarios y muchos miembros de la comunidad que ayudaron de diferentes maneras.
Betsabé Ruiz, es referente de los jóvenes tucumanos y ha sido una de las coordinadoras de la MegaMisión. Nos cuenta cómo se llevó adelante la edición 2024 y los ecos de estas vivencias en misión redentora.
“La MegaMisión fue una semana cargada de actividades que comenzó desde un tiempo antes, cuando los jóvenes iniciamos con la búsqueda de beneficios para solventar los gastos de esta semana. Realizamos un Bingo Show y una venta de locro y pudimos llegar al objetivo. Fue gracias a Dios y la ayuda de todos los vecinos y la comunidad parroquial, a los padres de los jóvenes, a la Fraternidad Laical y a toda la gente que nos compró y nos colaboró.
Iniciamos el 9 de julio con la Solemnidad de Cristo Redentor en la capilla que lleva su nombre. Celebramos la misa y compartimos con la comunidad y los vecinos el chocolate patrio, también danzas y juntos cantamos el Himno Nacional. Luego tuvimos momentos de formación de la mano del padre José Luis Mercado Morales.
Este año hubo dos espacios de misión: uno fue en el barrio Sargento Lai y el otro en la comunidad de Cristo Redentor, barrio Villa Amalia y El Salvador. Realizamos esquinazos, juegos con los niños, visitamos las casas de los vecinos.
Por la noche los jóvenes misionaron haciendo otros gestos: un grupo fue a un albergue donde pasan la noche más de cien personas. Ayudaron a servir la cena, colaboraron en la limpieza y participaron de un espacio artístico donde los chicos cantaron folklore, bailaron y compartieron charlas con la gente que se queda en este lugar.
Otro grupo fue a repartir café en el hospital para las personas que están esperando la recuperación de sus seres queridos, a los alrededores, las plazas. Llevaron la imagen de Nuestra Madre María de la Merced para que los acompañe, rezaron por la salud de sus enfermos.
También se desarrollaron otros servicios, como la limpieza del centro comunitario Cristo Redentor. Los participantes de la MegaMisión compartieron con la gente del comedor de la parroquia y el comedor de La Candelaria y ayudaron con las tareas.
También plantamos árboles e hicimos un mural. Compartimos distintos momentos de oración. Fue una semana cargada de mucha actividad y muy llena de Dios para los jóvenes.
En estos días se hizo presente el arzobispo de Tucumán, el padre Carlos Sánchez. Nos ayudó muchísimo el saber que conoce de este camino misionero que estamos llevando y que él nos bendiga, nos acompañe y muestre su apoyo es hermoso para nosotros.
Como todos los años, la experiencia es muy fuerte para los jóvenes, porque así como nosotros misionamos, somos misionados. No volvemos de la misión como cuando vamos. Uno de los jóvenes decía que le gustaba porque cuando íbamos yendo a la misión caminábamos cantando, alentando, aplaudiendo, llevando a Nuestra Madre. Íbamos felices. Pero volvíamos mucho más alegres, con muchas más ganas, con un Dios vivo y presente..
Las personas cada vez que las visitábamos, agradecían la presencia, decían que les alegraba que los jóvenes hagan esas tareas, que percibían un Dios vivo entre nosotros, que lo necesitaban y que está bueno sentir que alguien se acuerda de ellos porque muchas veces se sienten olvidados.
Muchos testimonios quedan grabados en esta misión. Cuando conversábamos entre nosotros, algunos decían que recordarán los rostros de los niños, que tienen un corazón tan genuino que todo lo que proponían los misioneros lo recibían con gran amor y cariño, en cada juego, en cada canción…
Otros decían que les quedarán grabadas las charlas que tuvieron con algunas personas que visitaron, las enseñanzas de vida. Unos chicos volvían a pasar por el corazón el ver a Jesús en el rostro del hermano necesitado, o los momentos de oración.
Creo que no olvidaremos a las personas llenas de felicidad de ver qué no todo está perdido y saber que Dios nunca los deja solos, también la sonrisa en la cara de cada nene al ver qué volvíamos y jugábamos con ellos, tal vez era uno de los pocos momentos en los que los sacamos de las duras realidades que viven pero son momentos que te llenan el alma.
Nos queda un compromiso en común después de esta MegaMision, y es la constancia en los lugares que pudimos misionar para que nuestra misión no sea en vano y esas semillas de fé y esperanza que plantamos durante estos días puedan crecer y dar frutos. Y también para que nos sigamos motivando a llevar la Palabra sin importar el lugar, el momento, o la persona que tengamos que misionar, seguir siendo Merced para el hermano cautivo de hoy en día”.
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