Hacia un nuevo aniversario de fundación

El 10 de agosto la Orden de la Merced celebrará 806 años de vida redentora en el mundo. El camino que inició Pedro Nolasco en 1218 continúa la misión encomendada por Nuestra Madre, siendo hoy presencia de libertad para actuales cautividades. 

Repasar los hechos que llevaron a la creación de esta gran familia de la que hoy somos parte, nos confirma en la misión cotidiana, acrecienta el deseo de servir en comunidad y fortalece nuestra identidad mercedaria. 

Historia de la Orden de la Merced

La Orden de la Merced fue fundada en Barcelona el 10 de agosto de 1218. El carisma Mercedario nace cuando un joven mercader llamado Pedro Nolasco, nacido en un pueblo cercano a Barcelona, dice sentir día a día un especial llamado de Dios. Veía muchas miserias e injusticias que ocurrían en el mundo en el que él vivía. Esto lo llevó a preguntarse: “¿Qué podría hacer para atenuar tanto dolor y para acabar con tanta injusticia?”.

A partir de allí él comienza un nuevo camino en el que se dedica a luchar por la libertad de los cristianos que habían abandonado la religión y sobre todo de aquellos que en situación de esclavitud estaban en peligro de perder su fe.

Nolasco sentía un gran amor por la Virgen María y fue ella quien en la madrugada del 2 de Agosto de 1218 se le apareció rodeada de Ángeles y de Santos y le dijo “En voluntad de mi Santísimo Hijo y Mía fundes en el mundo una Orden que en mi honor deberá llamarse ORDEN DE LA VIRGEN MARIA DE LA MERCED DE LA REDENCIÓN DE CAUTIVOS. El hábito será blanco en honor a mi pureza, en el pecho llevará una cruz roja en recuerdo de mi Hijo y el escudo del Rey al que sirves”.

Fue así que el 10 de agosto del mismo año Pedro funda la Orden de la Merced en el Hospital de Santa Eulalia, en Barcelona, con la participación del rey Jaime de Aragón y ante el obispo de la ciudad, Berenguer de Palou.

Por la confirmación del Papa Gregorio IX, el 17 de enero de 1235, la Iglesia testificó la acción del Espíritu Santo en la fundación de la Orden; la ratificó en la práctica de la regla de San Agustín; le dio carácter universal incorporándola plenamente a su vida y sancionó su obra como misión en el pueblo de Dios.”(COM 1-2).

Este mercader renuncia a la compra-ventas en beneficio propio y descubre el mercado de los cautivos cristianos, privados de libertad y oprimidos en su dignidad de seres humanos y se convierte en nuevo mercader de la libertad, entregando sus bienes y su vida para redimir cautivos, como obra máxima de misericordia.

Los cautivos cristianos al saber de esta nueva obra y al estar en plena situación angustiosa, invocaban a María pidiendo la merced, su propia redención y la liberación. María se convierte gracias a éstas acciones mercedarias en Virgen redentora, dadora de libertad y dignificadora de sus hijos más oprimidos.

Los frailes mercedarios de Santa María se unieron estrechamente y los cautivos redimidos así lo entendieron y proclamaron acción liberadora y presencia de María que libera a través de sus mensajes de liberación. Y fue así que proclamaron el cuarto voto, de quedar en rehenes, si fuese necesario para salvar la vida y la fe del cristiano cautivo. El cuarto voto convierte a los redentores mercedarios en representación y actualización viva de Cristo, que entregó su vida para redimir al mundo.

Con el transcurso de la historia y según las necesidades de la Iglesia, además de nuestra misión redentora, los mercedarios hemos asumido una serie de ministerios caritativos y apostólicos. Actualmente seguimos realizando estos ministerios, organizándolos conforme a las necesidades de cada iglesia particular y actualizándolos a la luz de la misión redentora que San Pedro Nolasco y María de la Merced nos legó.