El camino vocacional de Fr. Emma y Fr. Carlos

A días de profesar sus Votos Solemnes como frailes de la Orden de la Merced en Argentina, fr. Carlos Nieto y fr. Emmanuel Quiroga, comparten el testimonio de su camino vocacional.

Carlos es oriundo de La Rioja, sostiene que fue la familia mercedaria la que le salió al encuentro: “en el año 2010 recibí el sacramento de la confirmación en el Santuario de Nuestra Madre de la Merced en La Rioja.  En ese tiempo la presencia de los frailes aún estaba en el santuario. Y una vez que terminó la catequesis nos invitaron a seguir participando de la comunidad, sobre todo en el tema de la catequesis de confirmación. Comencé con un período de formación y acompañando a otros jóvenes en su camino catequístico. 

Allí fui conociendo a más jóvenes mercedarios que trabajaban en el santuario y así iba sintiendo el ánimo y la fuerza de la comunidad de La Merced. Me impactaba sobre todo el modo particular de celebrar los sacramentos, las catequesis, las salidas misioneras desde el santuario de esa ciudad donde la devoción a María de La Merced tiene un fuerte arraigo. 

Luego me invitaron a participar de un encuentro de la Fraternidad Juvenil en Córdoba y cuando llegué ¡conocí a más de cien jóvenes! Todos con gran cariño por la Orden, por el carisma mercedario, por nuestros modelos Cristo Redentor, María de la Merced y San Pedro Nolasco. Y bueno, volví encantadísimo de ese encuentro. Obviamente eso me hizo quedarme y asentarme mucho más en la comunidad del santuario de La Rioja. 

Me sumé a la Fraternidad Juvenil Mercedaria y empecé a vivir un montón de experiencias como las que se viven en los grupos juveniles, experiencias fuertes, las misiones que se comparten, y esa comunidad que vive su fe con mucha convicción con mucha esperanza, con deseo de anunciar la Palabra, de crear comunidad.  

Mi vocación surge en ese contexto, porque en un segundo encuentro de la FJM me despertó un poco  la curiosidad sobre la consagración de los religiosos mercedarios y empecé a consultar, a preguntar un poco cómo era el camino que realizaban para pertenecer a la Orden y consagrar su vida.

Descubrí en La Merced el lugar donde desarrollar mi vocación y sobre todo el ámbito de la fraternidad juvenil fue muy importante. Porque ahí uno empieza a dejarse interpelar por las convicciones que los jóvenes mercedarios tienen en torno  a la integración del a vida, el trabajo, la vocación. Si bien en La Rioja había una comunidad, en los encuentros de  la fraternidad y  la semana de trabajo mercedario me dieron la posibilidad de conocer más frailes, incluso cuando viajé a Río de Janeiro para la Jornada Mundial de la juventud en 2013, pude conocer a religiosas y religiosos de la familia mercedaria del mundo.

Todo esto me iba interpelando y gracias a Dios descubrí los espacios oportunos, como los encuentros de discernimiento vocacional, la experiencia, el acompañamiento de los frailes religiosos.

 Mis amigos, compañeros, familiares, me apoyaron muchísimo en mi camino de discernimiento vocacional, especialmente los jóvenes mercedarios. Mis amigos y compañeros de secundaria también me apoyaron y mi familia sobre todo. Recibí mucho apoyo, aliento para seguir ese deseo que tenía de descubrir el lugar y mi vocación como religioso mercedario.

No fue para nada fácil porque uno pone sobre la balanza la carrera universitaria, la familia, otros proyectos que uno va soñando a medida que va creciendo. Recibí mucho ánimo y tuve la oportunidad de sentirme libre para discernir mi vocación como religioso. 

A fines del año 2013 presenté mi carta pidiendo el ingreso al postulantado y después que recibí la respuesta favorable, ahí mi vida cambió rotundamente. Fue literalmente un antes y un después en mi historia.

Hoy lo  que más me apasiona del carisma mercedario es sin duda la centralidad de los cautivos. Estudiar esto, cultivarlo en el corazón me llevó a entender un poquito más la figura de San Pedro Nolasco: por qué tomó sus decisiones, cuáles eran sus convicciones, por qué desarrollar todo este trabajo de una forma muy particular, distinta. Como decimos siempre fue un adelantado en su momento. 

Y proyecto mi vida siendo fraile mercedario bajo estas coordenadas, la centralidad de los cautivos como un innegociable y con esta certeza en el corazón, uno está dispuesto a acompañar todas las realidades sociales que requieran nuestra ayuda o acompañamiento.

Tuve la oportunidad  de vivir todo esto gracias a las catequesis, gracias a los distintos proyectos en los que pude estar presente y de esa forma fui encarnando esta pasión con mucha humildad, con mucha sencillez y también con disponibilidad donde nos necesiten. María de la Merced siempre nos señala como buena madre y protectora de los cautivos  los lugares donde uno tiene que estar presente”. 

Emmanuel, nos cuenta que su vocación “surge como a los 13 y 15 años de edad, en el patio, compartiendo con los Scout y el patio salesiano, me comencé a preguntar por qué no ser como ese sacerdote salesiano que nos visitaba, rezaba y nos acompañaba. Allí comenzó todo este camino. Los primeros años fui acompañado por este sacerdote, que me fue guiando en la búsqueda. Una lectura que me ayudó fue, «las Memorias del Oratorio» de Don Bosco. 

Con el pasar de los años las motivaciones eran distintas, me sentía feliz en poder estar cerca de las personas, en la misión, acompañando a la comunidad. Y fui buscando y siguiendo mi llamado que viene de Dios, por eso cada momento que vivía lo pasaba por la oración, donde iba dando alguna respuesta. Ya de adolecente, mi búsqueda me encaminó al seminario diocesano, y luego llegué a la Orden.

A la familia mercedaria, la he encontrado por unos amigos, pero yo ya conocía algo de la Virgen de la Merced:  al ser de Maipú, Mendoza, la fe y el cariño que se le tiene a la Virgen es muy fuerte. Conocía a la Virgen y no tanto a los frailes. Por medio de estos amigos que habían hecho un camino de discernimiento en la Orden, uno de ellos ingresa (2013), y yo me pongo en contacto, con el promotor vocacional de aquel entonces fray padre Hernan Salegas, y le comento mi búsqueda y mi vocación.

Es gracias a él que me recibió y desde el primer momento se mostró disponible para acompañarme. Recuerdo que me invitó para el primer encuentro vocacional en el mes de marzo del 2013, y me dice: «Emmanuel, yo no te voy a decir si tenés o no vocación, sino que vamos a ir descubriendo si este es tu lugar» y junto a él y el equipo vocacional, con fray Matías Bellanich, me fueron acompañando todo ese año 2013, donde junto a Fray Charly y Fray Nicolas hicimos nuestro discernimiento vocacional. En el año 2014 ingresé al postulantado.

He descubierto en la Orden de la Merced un lugar donde vivir la vocación, en en la vida fraterna en comunidad. Estos años de formación me han ayudado a descubrir que estamos llamados a vivir nuestra consagración desde la vida fraterna, donde nuestra forma de vivir y sentir debería ser un signo para el cotidiano, donde nos ponemos a trabajar juntos y descubrimos nuestro servicio redentor para el cautivo. Juntos rezamos y trabajamos, teniendo un solo corazón y una sola alma.

Mis amigos y familiares siempre me apoyaron en este llamado a vida consagrada. Ellos me acompañaron en cada momento, mis amigos de los grupos parroquiales me ayudaron a ir descubriendo con los encuentros ese sentido para hacer las cosas.

Por parte de mi familia (papá,mamá y hermanos) siempre me acompañaron, nunca me criticaron, sino que siempre se mostraron felices por lo que estaba haciendo y cómo lo vivo ahora. Mis viejos cuando estaba por salir para el convento, allá hace 10 años atrás, me dijeron:» Emmanuel si vos sos feliz allá, nosotros somos felices y queremos que sepas que esta siempre va hacer tu casa».

Lo que más me apasiona de este carisma, es descubrirnos capaces en fraternidad, luchar por la libertad, y la justicia. Descubrirnos que en misión compartida, al estilo de Santa Eulalia nos ponemos a trabajar, juntos religiosos y laicos, haciendo caminos de libertad.

Me proyecto junto con mis hermanos religiosos caminando y haciendo juntos caminos de encuentro y vida, donde quiero seguir poniendo todo de mi para el servicio redentor. Impulsados por el Espíritu Redentor, que nos alienta y alimenta, para que junto con los laicos sigamos haciendo caminos de liberación.