Haciendo memoria agradecida del pontificado del Papa Francisco, el padre Víctor Sundar Raj, fraile mercedario y Consejero General de la Orden de la Merced, nos comparte su propia experiencia. Son recuerdos de pequeños momentos que se hacen eternos y gestos que marcan un horizonte a seguir.
“Me llena de alegría y orgullo decir que estuve presente en la plaza cuando apareció por primera vez desde el Balcón de la Basílica de San Pedro, y de nuevo para orar por él en su misa funeral. Asistí a muchas misas celebradas por él, a muchas audiencias públicas de los miércoles y al Ángelus dominical. Todos son buenos recuerdos; su sencillez es un tesoro que perdura en mi corazón; su revelación de Dios misericordioso, es un ejemplo para nuestra vida diaria como Mercedarios.
El día 13 de marzo de 2013 estaba realizando las bendiciones pascuales en los hogares de las familias de mi parroquia cuando recibí la gran noticia de que teníamos humo blanco. Entonces fui corriendo a la Plaza de San Pedro. Allí salió el cardenal francés Jean-Louis Tauran, protodiácono del Sagrado Colegio Cardenalicio, con las tradicionales palabras «¡Habemus Papam!», anunciando al mundo: «¡Tenemos Papa!». Más de 150.000 fieles que se reunieron enseguida en la Plaza de San Pedro aplaudieron con una aclamación que parecía que llegaba al cielo.
Enseguida, el Papa salió al balcón de San Pedro, vestido únicamente con la sencilla sotana blanca papal. Habló con espontaneidad y desde el corazón. Pidió oraciones por nuestro amado Papa Emérito, Benedicto XVI. Recibió vítores y lágrimas de alegría por cada palabra que pronunció. Y sorprendió a todos de nuevo: inclinando humildemente la cabeza, pidió una oración para él mismo. Un silencio sepulcral invadió a la multitud y una oración ferviente elevamos al cielo desde nuestros corazones llenos de alegría.
De hecho, la inesperada elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como el 266.º Vicario de Cristo ha sorprendido al mundo. El primer jesuita en ser Papa. El primer no europeo en mil años. El primer Papa latinoamericano. Y el primer Papa en elegir el nombre «Francisco». Una sorpresa tras otra. Cuando la gente se dispersó de la Plaza de San Pedro, pudimos ver rostros llenos de alegría y expresiones de sorpresa.
En su primer domingo por la mañana como Papa, se detuvo entre la multitud para saludarlos. Con esto, vislumbramos la humildad y la sencillez de nuestro nuevo Santo Padre. Se preocupa por todos, no solo por los líderes de estado, sino por la gente común. Con estos ejemplos concretos, podemos comprender por qué eligió sorprendentemente el nombre de Francisco para estar con los pobres y defenderlos, recordándonos la enseñanza del propio Jesús.
En la sinagoga de su ciudad natal, Nazaret, Jesús sorprendió a sus oyentes al anunciar: «El Espíritu del Señor me ha ungido para anunciar la buena nueva a los pobres» (Lc 4,16). Jesús, que es el principio y el fin de la Iglesia, Jesús, quien fue verdaderamente pobre, vino por los pobres. Con el carisma de la sencillez, nuestro nuevo Santo Padre nos ha mostrado lo que significa seguir a Jesús.
Estamos llamados a llevar la riqueza del Evangelio, el mensaje salvador de que Dios nos ama a todos en Cristo, a todos y para todos. Debemos hacer realidad ese amor en las obras de caridad. Porque cuando la Iglesia predica y practica el amor de Dios, es más fiel a su Señor y más eficaz en su misión.
El 16 de septiembre de 2013, al reunirse con el clero de su diócesis de Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, dijo «mi sento prete» (“me siento sacerdote”) y reveló que nunca tuvo la tentación de sentirse importante, especialmente desde el comienzo de su elección como Papa. En esa reunión, yo, como vicario de la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, estaba presente en primera fila, sentado en silla de ruedas tras una operación de pierna. Tras concluir su mensaje y diálogo con el clero romano, se acercó y me preguntó qué había sucedido. Esto me sorprendió no solo a mí, sino a todo el clero.
El Papa Francisco nos ha dado a los Mercedarios un ejemplo de humildad, enfatizando el servicio a los demás, especialmente a los más vulnerables, para vivir nuestro carisma. Predicó con el ejemplo a través de su interacción con los pobres, las personas sin hogar, los migrantes y los presos, demostrando la importancia de la caridad y la misericordia. Anunció un evangelio de hospitalidad radical, de bondad hacia los extranjeros y de reverencia hacia los pobres y oprimidos. Que su ejemplo nos inspire a todos a seguir más de cerca a Cristo Redentor y a realizar los sueños de nuestro padre y fundador San Pedro Nolasco: ser humildes y sencillos, ser amigos de los cautivos para acompañarlos en los procesos de liberación de toda nueva forma de esclavitud”.
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