Mercedarios en mayo de 1810. Nota 3

Seguimos compartiendo estos fragmentos de la ponencia «El clero regular en la gesta de mayo de 1810» para el simposio organizado por la Junta Nacional de Historia Eclesiástica en el Bicentenario de 2010.

La junta del 24 de mayo

Todo, en apariencia, estaba solucionado. Pero al caer noche del 24 de mayo varios focos de resistencia a la flamante Junta provisional se encendieron en Buenos Aires, a raíz de integrar la misma el ex Virrey: uno, en la casa de Nicolás Rodríguez Peña, donde se reunieron Domingo French, Feliciano A. de Chiclana, Eustoquio Díaz Vélez y otros; también había malestar en el cuartel de Patricios, la unidad militar más numerosa y mejor equipada de la plaza; y podemos presumir, sin que lo afirmen ni lo nieguen los historiadores, que en otros lugares de Buenos Aires estalló el descontento, como en los conventos de Mercedarios y Dominicos, partidarios fervorosos del cese en el mando de Cisneros. Los dos vocales del ala más radicalizada, se vieron desbordados por los acontecimientos y, apenas unas horas después, se reunió el cuestionado organismo para solicitar al Cabildo «que proceda a otra elección en sujetos que puedan merecer la confianza del pueblo, supuesto que no se la merecen los que constituyen la presente Junta, creyendo que será el medio de calmar la agitación y efervescencia que se ha renovado entre las gentes…»[1]

Los Mercedarios tuvieron ocasión de documentar su protagonismo en esas horas decisivas del nacimiento de nuestra nacionalidad; se supone que a partir de la sede de los Patricios, y entre los oficiales y tropa, sus familiares y vecinos, comenzó a circular un manifiesto cuyo texto era el siguiente: «Los vecinos, comandantes y oficiales de esta capital de Buenos Aires que abajo firmamos por nosotros y a nombre del pueblo, hacemos presente que hemos llegado a entender que la voluntad de éste (se refiere al pueblo) resiste a la junta y vocales que V. E. (se refiere al Cabildo) se sirvió elegir y publicar; y quiere que V. E. proceda a manifestar por medio de otro bando público la nueva elección de vocales que (el pueblo) hace de la junta de gobierno que ha de regir y gobernar, compuesta de… (y seguían los nombres de quienes, en definitiva, ocuparon los cargos de Presidente, Vocales y Secretarios de la Primera Junta de Gobierno).

Más de 400 firmas suscribían ese manifiesto, entre civiles y militares, incluyéndose además 18 eclesiásticos: 1 sacerdote secular (el Capellán Castrense, Dr. Roque Illescas) y 17 religiosos del convento mercedario: los dos participantes de la asamblea del 22 de Mayo: fray Hilario Torres, superior provincial, y fray Juan Manuel Aparicio, Comendador (superior) del Convento y los religiosos fr. Nicolás Herrera, fr. Santiago Miño, fr. Manuel Aguilar, fr. Pedro Chavez, fr. José Troli, fr. Isidro Mena, fr. Roque Silva, fr. Esteban Porcel de Peralta, fr. Gregorio Maldonado, fr. José Miguel Arias, fr. Manuel Saturnino Banegas, fr. Pedro Pacheco, fr. Isidro Viera, fr. Juan Buenaventura Rodríguez de la Torre y fr. Manuel Antonio Ascorra[2].

No parece haber sido fácil conseguir esas firmas, y seguramente uno de los principales animadores de esa enfebrecida noche fue el mercedario fr. Juan Manuel Aparicio. A ese respecto, nos remitimos al informe que elaborara un testigo ocular de esos momentos, don Manuel Goicochea, secretario del Virrey: «Se ha visto al padre Comendador de la Merced, el Rvdo. Fray Aparicio, predicando en los corredores del cabildo en los tiempos más críticos de la insurrección, la libertad e independencia, y correr los cuarteles a caballo con pistolas al cinto, animando y sublevando a las tropas, la noche del 24 de Mayo»[3].Pero no sólo con esta actitud manifestó su entusiasmo patriótico.

El Capitán Possidonio da Costa, espía al servicio de la corte del Brasil, escribía al Conde de Lindares en fecha 3 de julio de 1810, que los mercedarios eran muy adictos a la Revolución, que el Comendador motejaba en el Cabildo a los partidarios del Virrey y festejó solemnemente  el triunfo del 25 con una fiesta que duró días, con engalanamiento e iluminación del edificio de su convento[4].


[1] Vicente D. Sierra, o. c., p.550-551.
[2] Eudoxio de Jesús Palacio, «Los diecisiete mercedarios de Mayo», Bs. As., 1961.
[3] José Brunet, o. c., pág. 55-56
[4] A. Varela, «Duas grandes intrigas», t. I, Porto, 1919, p. 643, nota 2.