La Orden cumple un nuevo aniversario de su confirmación pontificia, a partir de la cual el trabajo mercedario se expandió por todos los continentes.
El 17 de enero de 1235 se emitió la Bula “Devotionis Vestrae”, documento por el cual el Papa Gregorio IX reconoció el trabajo de los frailes de la Casa Santa Eulalia e incorporó a la nueva Orden de La Merced a la Iglesia universal.
Desde entonces, la obra redentora de Pedro Nolasco y sus colaboradores alcanzó una dimensión impensada. Con la gracia de Dios, la Orden permaneció por siglos, reconfigurándose según lo demandaban las nuevas cautividades de cada época.
Hoy, las nueve provincias mercedarias distribuidas por el mundo atienden las necesidades de los hermanos expuestos a mayores vulnerabilidades. En el continente americano como en Europa y Asia, las comunidades mercedarias asisten a familias migrantes, personas excluidas del sistema laboral, víctimas de violencia familiar y de género, hombres y mujeres dentro del régimen penitenciario.
Además, promueven una educación liberadora desde las escuelas de la Orden y un desarrollo integral en contextos de vulnerabilidad desde los proyectos sociales. La trata de personas es un flagelo que también exige el compromiso liberador.
En un mundo ciertamente distinto al del Siglo XIII, la Orden de La Merced sigue encontrando motivos para permanecer entre tantos cautivos que se abandonan a la Providencia. La obra de Nolasco parece hoy más vigente que nunca, en un contexto cada vez más complejo, donde muchos hermanos son descartados y olvidados con la excusa del progreso.
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