Manuel Belgrano y la Virgen de la Merced

La devoción del creador de la bandera argentina por Nuestra Señora de la Merced se proyectó para siempre en la historia y la fe del pueblo a partir de los acontecimientos de 1812.

Cuentan que en la mañana del 24 de septiembre de ese año, día del enfrentamiento que luego se conocerá como “Batalla de Tucumán”, el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen, implorando su protección. 

Ese día, aún en notable desventaja, el ejército criollo triunfó contundente y categóricamente frente a las fuerzas españolas.  Los historiadores mencionan testimonios de la época, al referir que durante la contienda, ocurrió un hecho singular, al que algunos llaman sobrenatural: ráfagas de viento y polvareda, el sonido como de un huracán y gran cantidad de langostas hicieron que las tropas enemigas se desbanden y entren en pánico. Este fenómeno inesperado y sus consecuencias fueron atribuidos desde la fe a la Virgen de las Mercedes. 

Al recibir los honores de la victoria obtenida, en el primer parte que envía al gobierno, Belgrano escribe: “Desde el último individuo del ejército hasta el de mayor graduación se han comportado con honor y valor. La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos”.

Con humildad, el general Manuel Belgrano decía que a María y no a él debía reconocerse la salvación de la Patria.

Como a causa de la batalla no pudo realizarse la tradicional procesión de la Virgen de la Merced, se trasladó el festejo al 28 de octubre y se desarrolló en el mismo “Campo de las Carreras”, donde se había librado el enfrentamiento. Según narra en sus memorias un testigo, el entonces teniente José María Paz: “Repentinamente el general deja su puesto y se dirige solo hacia las andas donde era conducida la imagen de la advocación que se celebraba; la procesión para; las miradas de todos se dirigen a indagar la causa de esta novedad; todos están pendientes de lo que se propone el general quien, haciendo bajar las andas hasta ponerlas a su nivel, entrega el bastón que llevaba en su mano, y lo acomoda por el cordón, en las de la imagen de Mercedes. Hecho esto vuelven a levantar las andas y la procesión continúa majestuosamente su carrera».

El vencedor de la batalla de Tucumán entregó su bastón de general a Nuestra Señora de la Merced. Belgrano, pocos días antes había dispuesto el cierre de todos los comercios durante la novena a la virgen y la función, «en acción de gracias al beneficio recibido por intercesión de tan Divina Madre, con el objeto de que nos continúa sus auxilios, para que la Patria logre liberarse de los enemigos y se constituya de un modo digno de sus trabajos y esfuerzos».