La Merced en clave sinodal. Parte 2

En el artículo anterior, la primera parte de esta reflexión, destacábamos esta invitación que nos hace el Papa Francisco en este tiempo, “nos invita, como iglesia a vivir un camino sinodal, revitalizando los espacios de participación y movilizando a la iglesia.  Nos llama a vivir la fe en  clave sinodal o sea caminando juntos bautizados entre bautizados, libres y diferentes unidos en comunión”.

Puedes ver aquí la primera parte sobre esta reflexión en torno a la Sinodalidad.

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La sinodalidad, el “caminar juntos” es un punto fundamental para el Papa Francisco, quien ha manifestado muchas veces la importancia de que el Obispo de Roma, los obispos, los pastores, los religiosos y el conjunto de los bautizados laicos avancen juntos y de la mano.

La finalidad del Sínodo de 2023 es escuchar a toda la Iglesia y encontrar métodos que faciliten el llevar este concepto de “sinodalidad” a la práctica.

De Santa Eulalia a la misión compartida hoy

Santa Eulalia,  la primera comunidad de la orden de la Merced,  que nos enseñó a ser familia servidora de la libertad amenazada,  fue el  lugar común donde redentores y cautivos se unían como en una Betania,  donde el cautivo era ayudado a  ponerse de pie,   valorado en su dignidad. Y Nolasco y sus compañeros se sostenían mutuamente fraternalmente, humanamente, cariñosamente, vincularmente. 

Necesitamos de aquellas chispas que re-enciendan la libertad ante la vida amenazada, animando la visita y el encuentro. Esas chispas están entre nosotros, hay que quitarles la cenizas que las cubren. Han pasado más de 800 años, pero el fuego se re-encendió una y mil veces. Y la llama del amor fue pasando la posta de generación en generación fortaleciendo la fe de quienes la recibían.

En este andar que hemos acuñado entre nosotros la misión compartida,  dos palabras que enriquecen con la genética de los orígenes, el paradigma primordial de los mercedarios/as. Llegamos a misionar,  somos llamados a misionar,  a salir al encuentro de los hermanos en visita pero llevando sólo el Evangelio de Jesús, aún en la pandemia.

Esta experiencia nos llevó a compartir con personas: hombres y mujeres que desde distintas vocaciones teníamos la firme convicción de entregar nuestras vidas al servicio de los hermanos.  Así se fueron perfilando  comunidades vitales,  integradas por religiosos y laicos que sentían  el llamado del Espíritu para vivir la vocación en clave de familia y sintiéndose  verdaderos compañeros de camino. 

Muchas veces hacer llegar el mensaje de sinodalidad,  hermandad y servicio  se tornó difícil por el clericalismo que había muchos laicos.  Tratábamos de convencernos y convencer de que era más bien lo que el Espíritu Santo fuera suscitando en cada uno de nosotros, religiosos,  los hermanos y las hermanas.

Las mentes se fueron acostumbrando a nuevos lenguajes de comunión,  de a poco se fueron sumando más laicos y religiosos a este sueño de familia. Se trataba de personas  convencidas de que el camino era difícil pero se tornaba  más fácil transitarlos con hermanos con compañeros de camino.

Aprendimos que el camino es misión y que no se debían ni debe mezclar nuestras ideas con la Palabra.  Aceptar que el camino es misión,  en clave de vivir la propia vocación siendo hermanos dispuestos a encontrarnos para fundir nuestras vidas en La redención. 

La sinodalidad, el carisma mercedario y la misión compartida forman parte de una misma mirada de iglesia.  Iglesia en salida, iglesia que reconoce que todos somos valiosos y que Dios cuenta con cada uno de nosotros.

Iglesia que reconoce y valora la vida y la defiende en todos sus momentos y en todos los tiempos. Iglesia que es capaz de respetar la dignidad de cada persona y de ponerse al lado. Iglesia formada por personas capaces de entregarse y descubrir que Dios nos llama a todos y cuenta con cada uno. 

Vivir la sinodalidad en la Merced es estar abierto,  saber que la vida es la gran fiesta de los redimidos,  pero construida por personas diferentes y complementarias que quieren y están dispuestos,  dispuestas a trabajar sin hacer acepción de personas en qué en la construcción del Reino. 

No hay pequeña elite de  preferidos,  todos incluso los diferentes en estilo,  en edad,  en identidad,  en sensibilidad,  en fortaleza, viejos y jóvenes,  niños y adolescentes todos tenemos un lugar en la Merced porque la Merced familia y en la familia todos tenemos un lugar. 

Hagamos memoria recordando simplemente que seguimos a Jesús y la inspiración del Espíritu nos permite ser constructores del Reino, viviendo  a fondo dejándonos  quemar, siendo  leña seca para que la humanidad se abrigue.

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